Enrique VIII era un enamorado de la música y el baile; además tocaba muy bien el laúd y tenía una voz muy bonita. Durante los primeros años de su reinado, cuando era un joven alegre y optimista escribió al menos treinta y tres composiciones que reflejan el estilo de vida en la corte de los Tudor. La mayoría son piezas vocales escritas tanto en inglés como en francés que conocemos como parte de un cancionero llamado el Libro de Enrique VIII y constituyen una colección de alegre música con el amor como tema principal.
Cuando Enrique ya casi había perdido la esperanza de tener un hijo legítimo que le pudiera suceder posó su atención sobre Ana Bolena. La gran afición de esta dama a la danza, al canto y a la composición de música contribuyó a que el rey se fijara en ella y frecuentara su compañía más que la de su propia esposa, a la que fue relegando poco a poco hasta su expulsión de la corte. Ana tocaba el laúd, el arpa y la flauta y bailaba y cantaba muy bien y el rey cayó a sus pies. Incluso cuenta la leyenda, aunque no está probado y no es muy probable, que el rey compuso la famosísima canción Greensleaves para ella.
Alas my love you do me wrong/ to cast me out discourteously/
when I have loved you so so long/delighting in your company
Green slaves was all my joy/Green slaves was delight
Green sleaves was my heart of gold/ and whobut my lady green slaves
Ana no quería ser una amante más del rey y rechazaba constantemente tener relaciones con él, algo que se ha querido ver en la letra de la canción (“Ay, amor, me malinterpretas al rechazarme de forma tan descortés”). Sea cual fuere la autoría de la canción, lo cierto es que el rey se enamoró profundamente de Ana y para poder casarse con ella, llegó a negar la autoridad del Papa en Inglaterra otorgándosela a la monarquía. Pero aun después del matrimonio, el heredero nunca llegó, lo que sería determinante para que el rey dispusiera todo lo necesario para librarse de su segunda esposa.
Y encontró la excusa de nuevo en la música: Ana contaba entre sus acompañantes más asiduos con el músico Mark Smeaton; tantas veladas musicales junto a él eran la coartada perfecta para acusarla de adulterio, es decir de alta traición, y aunque el pobre Smeaton lo negó una y otra vez, acabó confesando el supuesto delito bajo tortura y la reina quedó sentenciada. Fue acusada de haber mantenido relaciones ilícitas con más personas de su círculo, pero al ser nobles, no podían ser sometidos a tortura por lo que nunca confesaron, aunque todo estaba decidido ya: la reina de Inglaterra iba a ser decapitada en pocos días.
Continuará...
Yo que pensaba que estabas con la otra Bolena...
ResponderEliminarLa otra Bolena resultó ser esta Bolena.
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